jueves, 12 de noviembre de 2009

La venganza del lobo




La vida es efímera en la mayoría de las veces, aun que no os dejéis engañar, mi rostro es la viva imagen de la permanencia, algunos creerán que las historias de vampiros y hombres lobos son historias de niños, los libros actuales les han vuelto ridículos, débiles, sentimentales y lo peor de todo… mortales, yo antes era así, era debilucho y humano pero comencemos por el principio.
Todo comenzó hace ya 40 años, yo vivía los alocados 60s, disfrutaba de las fiestas que la noche de New York me brindaba y mis 20 salvajes años de drogas, alcohol y peleas, mezclado con “rock & roll”, clubes nocturnos y carreras de bólidos eran mi única vida, por entonces salía con una preciosa rubia de curvas perfectas llamada Marie, es increíble como tu vida puede cambiar en tan solo cuestión de segundos, ella había quedado embarazada, y aquel loco mundo había quedado resignado a los fines de semana, tuve que trabajar y los 500 dólares de las carreras no llegaban para casi nada, el alquiler del piso se lo comía casi al 60%, ella trabajaba jueves y viernes en un pequeño sitio de cajera, no me gustaba nada, pero no podía quejarme, ella era tan hermosa. Ahora debe tener 70 años, los mismos que yo debería tener, en vez de 20 eternos y pesados años.
Volviendo a donde lo deje en su momento, caminaba sin problemas por las calles de New York, cerca del Harlem, ¿habéis escuchado eso de que en New York nadie es forastero y que hay toda clase de personas? Pues sí, toda clase de personas se ajusta a la perfección si aparte de eso le añadimos, criaturas. La luna llena brillaba en el cielo, pero no os equivoquéis me ataco saliendo de las sombras, sino lo más increíble, un tipo se me acerco y os puedo jurar que si no me llega a pasar lo siguiente, no sabría hoy en día que era él. Me pidió la hora y cuando remangue mi manga para decírsela, él se abalanzo sobre mí, mire a tiempo de ver sus manos en mis brazos, y eso era tan real como que el agua cae de arriba abajo, su boca como la de una serpiente se desencajo abriéndose mucho, sus huesos maxilofaciales se endurecieron y sus colmillos crecieron descomunalmente, me clavó los dientes en el cuello, y si algo puedo estar seguro que ese mordisco no fue, ni excitante, ni placentero, ni siquiera agradable, lo que sí que fue, es doloroso, como si mil clavos ardiendo se pasaran por mi cuello abriendo mi piel desgarrando mi musculo, rompiendo mi clavícula. Mire su cuello, su estampa de plata, supuse que podría pararle, le pegue con fuerza al pecho a esa estampita, pero nada, ni se inmuto ni ningún efecto especial, aquella trabada en mi cuello me estaba matando, la forma en la que tiraba para desgarrarme el musculo era más que inhumana, savia que me desangraría, así que comencé a gritar, y de repente ceso, mire a lo lejos, un coche de policía, salvado, eso mismo creí, pero fue peor, note como mis piernas se tambaleaban y caí al suelo, en el callejón, lo que provoco que la policía no me viera al pasar y me tire toda aquella noche desangrándome, o eso debería haber pasado, pero a diferencia de los vampiros, no hace falta intercambiar sangre, simplemente los licántropos devoran por lo que no queda portador de virus, en cambio yo aun seguía vivo, la herida se cerro y mi sangre poco a poco se restauro, algo fallaba y debía hacer algo, lo primero ir a ver a mi preciosa Marie.
Mire por la ventana, mi adorada Marie hablaba con Rick mi mejor amigo, ella lloraba, temía por mi vida, y eso era verdad, vi como Rick la miraba de forma poco cómoda, sentía sus intenciones de alguna forma, aun que a estas alturas esta sensación ya no me extrañaba, pues había venido saltando de tejado en tejado y ahora mismo estaba enganchado de la fachada del callejón a donde daba la ventana de la cocina. Pero cuando quise actuar, me fue imposible, ¿Qué la diría? ¿Qué soy un licántropo? ¿Qué anoche tenía que haber muerto pero sigo vivo? No podía soportarlo, camine sin saber que hacer. Me tape con mi capucha y el día reflejaba mis sentimientos, llovía, llovía con tanta fuerza que hasta las transitadas calles de New York se paralizaron, pero no el agobiante tráfico, que ya en los 60, que aun no era tan espeso como hoy en día. Me sentía morir dentro, mi corazón desquebrajar y mi imaginación me jugaba malas pasadas, Rick no era mi amigo, sino una asquerosa víbora que quería aprovecharse de una noche que desaparecí, esa idea me hizo recordar algo, algo que le dije, mi mente busco un archivo, mi coche, un Mustang precioso, con el motor trucado, le mire a los ojos, sabía que aquel tío intentaría echarme, y le dije, que si moría por la colisión a 200 km/h que el viviera por mí, que él la cuidara por mí, a ella y a mi hijo, el dijo que sí, pero debió perderse en el camino, el malinterpreto lo que decía, al parecer, o ya planeaba algo así, daba lo mismo, no podía soportar verle pasear con ella, así que me fui, hui, corrí y cogí el primer tren largándome a Toronto.
Hasta hoy que he vuelto a New York, la de las luces, la de las furcias con los chulos y la de conductores alocados con drogas de diseño, todos tenían una 9 mm en el bolsillo trasero del pantalón y los súper héroes descansaban en los comics, no necesitaba más que unos minutos, hora de dejar mi humanidad atrás y dejarla marchar, pues Marie estaba a punto de morir, y no solo ella, era hora de despedirme de mi gran amigo y maltratador Rick, el hijo de la gran puta que la pego hasta que perdió a mi vástago, y la violo hasta que tuvo uno suyo, pues no cortare solamente el árbol, sino también aquello que el árbol a dejado caer, el rock ya no sonaba en aquellas calles, el Hip Hop sonaba en cada rincón de la viviente ciudad, y como el día triste que decidí escapar hoy el cielo lloraba de la misma forma que hace ya 40 años. Mis ojos se centraron en el hospital y pregunte convencido, subí y allí la vi, demacrada por los años, pero mi corazón latió como la primera vez, ella sintió morir al ver a un fantasma acercarse, mi movimiento era lento, sentía todo a mi alrededor, el débil corazón de Marie acelerarse y sus labios despegarse pronunciando música “David” me frene ante ella y la acaricie el rostro recogiendo su lagrima con mi dedo, la bese en la frente y la conté todo y mis planes, ella me dijo después “ya puedo hundirme en la muerte en paz deseosa de despertar de esta pesadilla, con la esperanza de que dios nos guarde a los dos” a pesar de que ambos sabíamos de que eso tardaría en llegar y no iríamos al mismo lugar, mis ojos rojos y amarillos la miraron por última vez, salí con calma de allí y detecte a Rick fumando un cigarro, me encantaba el olor a “Malboro” por la mañana. Jamás olvidaría a tal despreciable animal, el me vio y su corazón se detuvo, su rostro palideció y como hipnotizado retrocedió lentamente a la oscuridad, le demostraría el rostro del miedo. Mis colmillos crecieron y el sintió como las palabras le atragantaban, sin pensarlo le comencé a rajar la piel y la ropa, dejando sus tripas desparramadas, rajando su cuerpo dejando sus entrañas inmerecidas por el suelo, devorándole, apropiándome de su vida, de su alma y de su oscuro secreto, tras eso todo fue sencillo. El hijo le encontró y el mismo síntoma sucedió.
Mi venganza llego tras 40 años, 40 años de inhumanidad con humanidad, mi vida, mi nombre, mi cuerpo queda atrás, como la ciudad que ahora vuelvo a dejar atrás bajo la lluvia, que me despidió, en el mismo tren, hacia mi nueva pradera de caza, a asesinar como un animal, a alimentarme como un animal, a camuflarme como un depredador, pues nunca sabrás que clase de persona puede pedirte la hora.

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